Puede sonar a titular para clickbait… pero es exactamente lo que parece que acaba de ocurrir, o al menos así lo indica en su Instagram: rarest_lego_minifigures. Por cierto, visitar la cuenta de Instagram no tiene perdida, seguramente los 40.000€ han sido una inversión de marketing para hacer crecer el interés de la misma.
Esta semana, una minifigura LEGO® de Peter Jackson —el director de El Señor de los Anillos y El Hobbit— se ha vendido por la escandalosa cifra de 40.000 dólares. Parece que solo existen 20 unidades en el mundo. No se vendieron nunca en tiendas. Fueron creadas por LEGO como pieza promocional ultra exclusiva durante el lanzamiento de la trilogía de El Hobbit, y desde entonces se han convertido en objeto de leyenda entre los coleccionistas. En este caso, perteneció al ex diseñador de LEGO® Marcos Bessa, autor de grandes clásicos en los últimos años.
La figura, que representa a Jackson vestido con su característica barba y gafas, fue entregada únicamente a personas muy concretas del entorno cinematográfico. Una de ellas ha salido ahora a subasta y, como era de esperar, ha volado. El precio final: lo que cuesta un coche, un máster universitario… o 50 sets del Halcón Milenario UCS.
¿Es una locura? Puede. Bueno, yo diría que sí, claramente.
¿Es un símbolo del coleccionismo en su forma más extrema? Seguro.
¿Tiene sentido pagar tanto por una figura de cuatro centímetros? Si entiendes lo que significa para un coleccionista, la respuesta es sí.
Y es que el coleccionismo no siempre sigue las reglas de la lógica. Sigue las del deseo, la escasez, la historia y, sobre todo, la emoción. Y LEGO® ha sabido jugar esa partida de forma estratégica.
El coleccionismo como fenómeno (emocional y universal)
Coleccionar es una necesidad tan humana como contar historias o guardar fotos. Empezamos de pequeños con cromos o canicas, y algunos seguimos —ya con más presupuesto y menos tiempo— con libros raros, sellos, cómics, relojes, arte, coches… o sets de LEGO®.
En el fondo, coleccionar no va solo de acumular. Va de reconstruir el pasado, de buscar sentido en el caos, de perseguir algo inalcanzable (esa última pieza, ese set descatalogado, esa versión regional). Es una forma de controlar lo incontrolable, de dar forma a lo que nos emociona o nos marcó. Un coleccionista no solo almacena objetos: organiza recuerdos, fija momentos, crea su propio museo emocional. El coleccionismo es un hobby más, y cada vez habrá más hobbies, considerando que cada vez habrá más tiempo (o no).
Cada colección habla de su dueño. Hay quien colecciona por nostalgia, quien lo hace por afán de completar, quien busca lo raro, lo bello, lo imposible. Y en ese acto de reunir, ordenar y cuidar, se revela algo íntimo: nuestros gustos, nuestros anhelos, incluso nuestras obsesiones.
Cada colección es, al final, un espejo del coleccionista.
LEGO®: de juguete a objeto de culto
LEGO® lleva décadas alimentando esa pasión. No solo crea sets, crea historias, mundos, iconos. Y los lanza con precisión quirúrgica: tiradas limitadas, licencias potentes, versiones regionales, exclusivas de eventos… Es la receta perfecta para que la chispa del coleccionismo prenda.
Los modulares, los sets de Star Wars UCS, Ideas, las minifiguras coleccionables… cada línea tiene sus joyas ocultas. Y con el tiempo, algunas se han convertido en verdaderos tesoros.
¿Ejemplos?
- El Café Corner original de 2007: de 150€ a más de 2.000€.
- El Taj Mahal original: desapareció, volvió, y volvió a desaparecer.
- El Saturn V, uno de los más añorados.
- Y muchos más…
Y luego están los unicornios, piezas que nunca vimos en tienda y que hoy se subastan como arte contemporáneo.
El poder de la escasez… y de la historia
Lo que eleva el valor de un set no siempre es su tamaño ni su complejidad. A veces basta una historia. Una emoción. Un contexto.
Una minifigura entregada en un evento. Un set retirado a los pocos meses. Un error de impresión que nunca se volvió a repetir. Una caja con el sello antiguo de LEGOLAND. Una nota escrita a mano por un diseñador. Una firma inesperada en la base de una figura. Cada pequeño detalle, si está cargado de historia o singularidad, puede convertir un simple objeto en un fetiche.
El valor nace de lo que no se puede replicar. De lo único. De lo que tiene alma. Y ahí es donde la escasez y la historia se encuentran: una pieza puede ser técnicamente sencilla, pero si tiene un relato potente detrás, su magnetismo se multiplica.
La figura de Peter Jackson es justo eso: escasa, mítica, con historia, con aura. No es solo un objeto. Es una anécdota, un guiño a los fans, un testimonio de una época. Y en el coleccionismo, el aura lo es todo. No se trata solo de poseer la pieza, sino de lo que representa.
¿Inversión o pasión?
Muchos se preguntan: ¿esto es solo para frikis con dinero? ¿O hay una lógica de inversión detrás?
La respuesta está en el equilibrio. Algunos sets se revalorizan más que el oro. Otros no. Pero incluso cuando no lo hacen, el valor que tienen para ti —por lo que te recuerdan, por cómo te hacen sentir— no tiene precio. Aquí mi consejo es que no colecciones para hacerte rico: si no es por pasión, no lo hagas.
Y sí, es verdad que hay quien compra dos: uno para montar y otro para guardar como inversión. O quien compra tres, y el tercero lo vende para intentar que le salga gratis la inversión inicial. O quien acumula sets sellados esperando el momento perfecto para venderlos. Algunos han hecho negocio serio con esto.
Pero la mayoría de nosotros no lo hacemos por eso. Lo hacemos por el ritual, por el vínculo emocional, por el disfrute de construir. Porque más allá del valor económico, nos conecta con algo más grande. Con nuestra infancia, con nuestra imaginación, con esa parte de nosotros que sigue soñando.
Coleccionar no es solo poseer. Es revivir. Es proyectar. Es emocionarse. Y ahí está su auténtico valor.
En resumen…
Después de tantos años siguiendo el mundo LEGO®, me he cruzado con muchas de estas historias. Algunas increíbles, otras entrañables, unas cuantas que aún me hacen reír… y otras que me dejaron rascándome la cabeza pensando: “¿Por qué no lo compré en su momento?”
He comprado sets por impulso, he dejado escapar joyas que hoy valen una fortuna, y he regalado con ilusión sets que, tiempo después, he visto reaparecer en plataformas de segunda mano. Cosas del coleccionismo. Y sí, también tengo algún set guardado, sealed, por si algún día hace falta financiar la universidad de los críos… o un retiro digno con vistas al mar y muchas piezas sueltas. Aunque en el fondo los tengo porque me fascina. Dudo que nunca se puedan vender…
Pero lo que más valoro no es el valor de mercado. Es lo que LEGO® me ha regalado todos estos años: — ese momento casi meditativo de montar una estructura
— el asombro al ver técnicas de construcción inesperadas
— la conexión con otros fans, con mis hijos, con mi “yo” de hace décadas
— y esa comunidad apasionada que se ha ido construyendo ladrillo a ladrillo en elCatalejo
Porque, aunque haya cifras escandalosas como la de esta minifigura de Peter Jackson, lo realmente valioso no siempre cabe en un catálogo de subastas. Está en la experiencia, en la emoción, en el recuerdo.
Eso sí, seamos sinceros:
Si algún día alguien me ofrece 40.000€ por una minifigura… no tendré que pensarlo mucho.
Pero que no se confundan: no estarán comprando mi pasión. Será solo una pieza… que me permitirá seguir ampliando la colección sin la crítica familiar 😉
Hay sellos y monedas que valen muchísimo más, y aún así se siguen subastando cada vez por más y más.
Yo creo que en parte era para blanquear dinero…ahora mas difícil (desde mi ignorancia)
Enhorabuena por el post, lo has clavado, de verdad. Grandísima explicación. Lo circulo desde ya.
Saludos!
Lo has descrito muy bien, si no lo haces por pasión, mejor no te dediques al coleccionismo.
Yo hace algunos años conseguí el Sonic Boom (5892) por 18€ (con caja e instrucciones intactas) el ultimo que se vendió en amazón fue por +400€
El buen hombre que me lo vendió, era ya mayor, me dijo que se deshacía de el porque sus hijos ya no jugaban con eso.
Es uno de mis Lego mas preciados.
La caja? La puse en un bonito marco que decora la pared.